viernes, 31 de enero de 2014

Giré a mi alrededor, hacia un lado, otro; no encontrando más que un vacío en torno a mí. Pensé en buscarle cuando noté que la oscuridad que me había acompañado al llegar al parque había comenzado a desvanecerse. Se acercaba la primera luz del sol del nuevo día, y yo sin embargo lo veía todo con menos claridad que antes. Volví a observar, sin más éxito que antes. ¿Dónde se había metido? Parecía tener cierta dificultad para andar así que no podía andar lejos, y yo no podía dejar aquello sin acabar. Sin pensar en la hora ni en la cada vez más cercana y posible reprimenda que recibiría al volver, salí corriendo calle arriba. A pesar de la noche en vela que estaba pasando, el cansancio no fue impedimento alguno para recorrer una, dos, tres calles sin detenerme, observando atentamente cada esquina, cada banco; pero nuevamente sin resultado alguno.
De repente percibí que, aun siendo todavía madrugada como lo era, la calma resultaba excesiva. No había brisa, ni humedad; nada salvo el constante y entrecortado sonido de mi respiración. En la calle reinaba el silencio de la noche, y en mis pensamientos el silencio del misterio. Me detuve en seco. Estaba claro que no me iba a ser posible volver a localizar a aquel hombre, no al menos entonces: " Si realmente deseas esas respuestas por las que tan fervientemente preguntas volveremos a vernos". 
Dada por perdida la esperanza y dispuesto a volver finalmente a casa, di media vuelta y emprendí el regreso. En mi interior, un mar de incertidumbre me ahogaba. A pesar de que, fuese lo que fuese lo que quería aquel hombre, no parecía algo demasiado acogedor; sabía que volvería a ver a aquel extraño personaje, y a juzgar por sus palabras, él también lo sabía.  Pero, ¿realmente quería saber? 
Mientras en mi interior surgían más y más preguntas de esquiva respuesta, el sonido lejano de un coche apremiaba a poner punto y final a la noche más singular que había experimentado, al menos hasta aquel entonces. Aceleré el paso, sin poder evitar volver a revisar las calles por si encontraba al hombre del farol. De repente noté un fuerte golpe en el hombro. Me tambaleé. Al parecer, volvía a no ser la única persona que merodeaba la aparentemente inquebrantable quietud del crepúsculo. Había chocado con una mujer, de unos treinta años, de cabellos rubios y expresión solemne. 
         - Perdone - me limité a decir. Necesitaba descansar, no tenía tiempo para una disculpa más elaborada.
         - No vuelvas a hacerlo, chico.
         - Tendré más cuidado la próxima vez, no se preocupe- respondí mientras le daba la espalda e iniciaba nuevamente el paso.
         - No me has entendido. No vuelvas a verle.
Sin girarme, contesté, temeroso de la respuesta:
         - ¿A...quién?
         - Lo sabes de sobra, muchacho. No te conviene hacerlo.
Como el viento arranca una hoja de un árbol, aquellas palabras me quitaron toda la fuerza que tenía. Mis piernas comenzaron a temblar y el corazón se me desbocó. Aquello no podía ser verdad

jueves, 11 de julio de 2013

Y así sin más, se fue. La conversación quedó instantáneamente cerrada. Fue un final totalmente inesperado, veloz, y, lo peor de todo, incierto. Todo se antojaba un mar de dudas, de preguntas con una respuesta que desde luego no parecía sencilla. Necesitaba respuestas.
Mientras tanto el misterioso hombre se alejaba. Aquella especie de farol con el que había hecho acto de presencia ya tiempo atrás se balanceaba al compás de su cuerpo, un compás peculiar pues el hombre cojeaba ligeramente. La fuerte impresión de averiguar que no estaba solo habían hecho escapar aquel curioso detalle. Visto de espaldas aquella complexión fuerte y segura desaparecía por completo. Con los ojos acostumbrados a la oscuridad su figura se aclaraba. A medida que la distancia que nos separaba aumentaba cada vez resultaba más y más derrotado. Sus andares se volvían torpes progresivamente. Prácticamente comenzaba a generar hasta cierta lástima.
¿A qué se debía aquel cambió tan radical de los acontecimientos? Hasta hacía pocos minutos todo se había desarrollado de forma normal dentro de lo extraño de aquella situación; y sin embargo ahora él era el que huía, el inseguro. Además, ¿a qué se refería con lo de que quizá aún no fuese tarde? No lo sabía, pero desde luego no sonaba esperanzador. Aquello no podía terminar así.
Decidido a tratar de sacar algo en claro comencé a perseguirle. El apoyar de mis pies contra la hierba, que aún continuaba fresca por la lluvia, azotaba la repentina serenidad de la noche más intranquila que recordaba. Más, más rápido.
        - ¡Eh!-grité.
Ni un mero gesto de haber percibido mi llamada de atención. Aceleré el paso. Con una agilidad sorprendente para la cojera que mostraba, él hizo lo mismo. La situación era frustrante. En aquel momento todos los sentimientos que había ido recogiendo hasta entonces confluyeron, chocaron, generando una reacción inesperada en mí.
         - ¡No puedes huir así como si nada! ¿Pretendes que me vaya a casa tan tranquilo fingiendo que no ha ocurrido nada?-no obtenía respuesta alguna ni veía indicios de que volvería a detenerse.- ¡Para acabar marchándote de golpe tratando de dar pena no haberme interrumpido! ¿Ahora quién es el que tiene miedo, quién es el cobarde?
Exclamé todo aquello sin pensar siquiera. No me importaban ya los modales. Solo quería respuestas. En cuanto acabé, el hombre se detuvo en seco. Todavía de espaldas a mí respondió:
         - ¡Qué sabrás tu del miedo! Estoy harto de tu palabrería, chico. Pero bueno, está bien. ¿Quieres respuestas? Suelo pasear en noches como hoy por este parque con frecuencia. Si realmente deseas esas respuestas por las que tan fervientemente preguntas volveremos a vernos. Mas te aviso de algo: No te generarán más que un mayor número de dudas, ante las cuales yo no podré responder pues forman parte de un mundo que ni tú ni yo podemos comprender.
Nos hallábamos en la salida opuesta del parque. La adrenalina volvió a correr por mis venas ante aquellas palabras. Cuando quise darme cuenta mi misterioso acompañante se había fundido con la noche. Un golpe de brisa azotó mi rostro. Volvía a estar completamente solo. 

martes, 4 de junio de 2013

No sabía realmente qué pensar. Aquel personaje acababa de pronunciar unas palabras con una profundidad que en un principio no supe apreciar. En cualquiera caso, esta vez el sorprendido fui yo. Nunca había escuchado a una persona lanzar al aire un mensaje de tal calibre. No era consciente en aquel momento, pero en ese preciso instante mi vida cambiaría hasta unos niveles que difícilmente entrarían en la imaginación de un joven como yo.
Aquellas palabras salieron de su boca con una fuerza y una convicción sorprendentes; atravesando el fresco aire de la noche para plasmar sobre el vacío del silencio y la oscuridad un mensaje rotundo. Lo que más me llamó la atención de aquel impactante discurso, a pesar de todo, fue su final. A medida que avanzaba, la potencia y la fuerza inicial se fueron haciendo a un lado para dejar paso a...la pesadumbre.
         "Quizá al fin y al cabo esto sólo sean delirios de un hombre que ha vivido demasiado"
Y al final, un suspiro. Esa última frase escapó de sus labios sumida en la tristeza. Resultaba imposible pensar que alguien que en principio parecía tan seguro de sí mismo pudiese en tan breve periodo de tiempo venirse completamente abajo. Me dí cuenta entonces de que él no era alguien normal. Me era imposible decir por qué, pero sin duda no me hallaba delante de una persona corriente, estaba en frente de alguien que sí sabía quien era, y, que según parecía, había luchado por defenderlo. Las tornas habían cambiado por completo. Ahora era él quien parecía desorientado, quien estaba confuso, o eso parecía.
Mi cabeza comenzó a analizar las palabras que acababa de escuchar. Ciertamente no estaban cargadas de optimismo, más bien al contrario. Las frases se me acumulaban. ¿Un mundo sin solución? ¿De verdad suponía tanto todo aquello? No comprendía absolutamente nada. Quizá debía tener en cuenta su mensaje, quizá no. En medio de aquella confusión, decidí hablar.
         - Yo...bueno...no sé muy bien qué decir.
El viento sopló, arrastrando mis palabras consigo y restableciendo nuevamente la nada.
         - Es igual muchacho, no me hagas caso. No debí haber dicho nada. Supongo que a nadie le gustaría escuchar las tonterías de un desconocido. Menos mientras intentas despejar la mente, como supongo que estarías haciendo tú.- otro suspiro más.
Era cierto, todo aquello había sido fruto de una incomprensible inquietud en mi interior que me impedía dormir. Tal vez todo se basase en aquello, en saber quién era yo.
         - Quiero saber quién soy- contesté.
Noté entonces que su expresión cambiaba drásticamente. A pesar de la oscuridad, percibí como se recomponía e incluso, se le iluminaba la mirada; aunque durante escasos momentos.
         - Y sí...no, no puede ser- murmuró casi para sus adentros.
A continuación todo pasó demasiado rápido. Según pude distinguir su expresión volvió a cambiar. Agachó la cabeza y puso sobre ella sus manos, como recordando algo. De repente...un leve sollozo. El pulso se me aceleró. ¿Qué demonios pasaba?
         - Siento haberte metido en todo esto hijo. De verdad, lo lamento- mi grado desconcierto alcanzó límites insospechados.
         - ¿Qué?- no sabía qué más podía decir.
         - No debí haber dicho nada-repitió.
         - ¿Qué ocurre?
Aquello no me daba buena espina.
         - Vuelve a casa...quizá aún no sea demasiado tarde.
Nada más pronunciar aquella sentencia, sin más dilación, se dio la vuelta. Antes de que tuviese tiempo para reaccionar, echó a andar alejándose de mí.


miércoles, 13 de marzo de 2013

Fue una risa breve y silenciosa. Era perfectamente consciente de que se reía de aquella respuesta, aunque estaba convencido de que era por el propio hecho de no tener una contestación mejor que ofrecer. Sin embargo había algo en aquella risa que me sorprendió, no percibí en ella ni un ápice de mala intención, más bien al contrario; denotaba comprensión.
Una parte de mí lo agradeció, era reconfortante notar que alguien mostraba preocupación por mí, aunque fuese un desconocido. Sin embargo no podía evitar continuar dándole vueltas. ¿Quién era? Sabía de sobra que aquella pregunta no podía tener una respuesta como aquella. Seguía recapacitando, pero por más que lo intentaba me di cuenta de...que no lo sabía, no sabía quién era yo mismo.
En mi interior me debatía por no aceptar aquella verdad. No obstante, al final cedí; y, en ese momento aquel chico seguro de sí, aquel chico confiado, aquel chico deseoso de comerse el mundo, se esfumó. Todo se volvió de repente confuso. El parque, por el que había pasado en tantas ocasiones, en el que había jugado y descansado, se me volvió ajeno. Me sentía perdido. Había chocado contra un muro que no era capaz de superar, al menos en aquel momento, hecho que despertó en mi interior la llama abrasadora de la angustia.
         - ¿Es incómodo verdad?
Una vez más aquella pregunta.
         - ¿Que un desconocido no pare de lanzarme preguntas extrañas en mitad de la noche? Ciertamente, sí, es incómodo.
         - Lo quieras o no, bajo esa máscara de impertinencia se esconde una persona débil y desorientada. Créeme, lo sé por experiencia. Sé lo que es esa situación en la que nada de lo que has hecho, nada de lo que aparentas ser, nada de ti te define.
Nunca llegué a comprender aquella noche, ni cómo aquella persona, aquel extraño, que no me conocía de nada, me podía conocer tan bien. Mi mente era un caudaloso río de pensamientos. En efecto, no encontré nada que me definiese. No alcanzaba a comprender por qué actuaba. La incertidumbre se abalanzó sobre mí, y, en aquel momento, sin poder evitarlo, me vine abajo.
         - No sé quién soy-murmuré en un arrebato de sinceridad.
No existía otra palabra más que perdición para definir lo que sentía en aquel instante. Fue como si el mundo, todo a mi alrededor cambiase. Todo cuánto había hecho en todos aquellos años, ¿para qué? Todo me resultaba insignificante. A pesar de ello la curiosidad me pudo, me serené y pregunté:
         - ¿Por qué?-por primera vez ese personaje frente a mí se mostró sorprendido-¿Por qué me haces estas preguntas? ¿Por qué tanto interés por alguien a quien siquiera conoces?
Una vez formuladas, cierta congoja resurgió. No sabía qué podría provocar aquello. Al fin y al cabo seguía siendo un extraño para mí. Nuevamente todo cuanto me rodeaba se paralizó. Para mi sorpresa sin embargo, la contestación fue fugaz.
         - ¿Quieres saber por qué? Porque vivimos en un mundo donde nadie se lo cuestiona y por tanto, en el que nadie trata de actuar conforme a lo que es, sino conforme a lo que nos han dicho que somos; y algunos pocos que lo intentan lo hacen sin el suficiente valor para aguantar el reto de enfrentarse a esta situación. En ocasiones, sin embargo, aparecen personas que se levantan y deciden actuar, tratando de hacer lo que consideran correcto a pesar de las adversidades, pues, quizás no sabían quiénes eran, pero sabían quiénes querían ser; y, ten esto por seguro, sienten la tentación de abandonar, decaen...y no por ello son perdedores ni peores que otros. ¿Y sabes por qué? Porque esa actitud no es de perdedores...es de humanos. Desde mi experiencia, sin embargo, he observado cómo la mayoría de la gente vive esperando convertirse en un héroe en un mundo que ya tiene difícil salvación. Ahora bien, no me malinterpretes, no trato de convencerte de nada. No soy quién para ello. Quizá al fin y al cabo esto solo sean delirios de alguien que ha vivido demasiado.
Jamás olvidaría aquellas palabras.

viernes, 28 de diciembre de 2012

         - Pues...curiosidad supongo.
Me costó obtener una respuesta lógica. No acostumbraba a plantearme el por qué actuaba de un modo u otro, solamente actuaba. De cualquier modo aquel momento no resultaba muy propicio para pensar con claridad, y menos aún cuando una sombra desconocida, con su incesante cuestionario, me hacía sentir insignificante poco a poco. Ya no había miedo, solo frustración. Un enfado que visto hoy resultaba sumamente infantil me recorrió por completo, pero, dispuesto a comenzar a desentrañar todo aquel misterio hice acopio de tranquilidad y retomé la palabra:
         - ¿Quién eres?
El misterioso personaje, que había permanecido todo aquel rato con la mirada hacia el frente, agachó la cabeza. No parecía alguien demasiado activo, por lo que deduje que mi pregunta debió provocar en él una impresión diferente a la que yo esperaba. Tras unos segundos de espera, suspiró y acto seguido respondió.
         - Quizá tú necesites la respuesta a esa pregunta más que yo. ¿Quién eres? -el rebote que sufrieron mis palabras me desconcertó.
         - No pienso decirte cómo me llamo. Ni siquiera debería estar aquí.
         - Ni espero que lo hagas. El nombre es una mera formalidad, si quisiese saberlo te  hubiese  preguntado cómo te llamas. ¿Quién eres?
La pregunta surgió con una fuerza rotunda y cortó el silencioso aire que nos separaba. No alcanzaba a comprender en aquel momento el sentido de la conversación, que a cada instante se tornaba más extraña, pero no había llegado hasta allí para dejarla a medias.
Pensé y pensé, y a medida que lo hacía la respuesta se iba oscureciendo, se tornaba incierta. Aún así opté por contestar.
         - Soy un chico que no podía conciliar el sueño y había salido a tomar el aire. Solamente. No te interesa saber nada más.
El enigmático hombre rió.